domingo, 11 de junio de 2017

Diario de viaje a la India: Día 3, Mandawa

25 de julio de 2016 (Día 03). Hoy hemos tenido que madrugar bastante, pues teníamos un largo recorrido por carretera de 7 horas desde Delhi hasta Mandawa. En realidad la distancia entre estas dos ciudades del norte del país son menos de 400 km, pero conducir por las carreteras indias puede hacerse eterno. Niños, vacas, camellos, jabalíes y hasta algún pavo real; cualquier animal u objeto puede aparecer de repente en mitad de la calzada, incluso en autovías, con lo que durante gran parte del trayecto es difícil superar los 50km/h.
Carro de camello - India
Una imagen tomada durante nuestro trayecto entre Delhi y Mandawa.
Así pues, a las 6:30 ya estábamos en pie y, después del desayuno (esta vez con una simple tortilla de queso sin nada picante, lección aprendida), nos hemos puesto en marcha.


Cuando llevábamos más de dos horas de viaje sorteando vacas y camellos, hemos visto un pequeño asentamiento nómada y Hanu ha parado para que pudiésemos conocerlos y hacernos fotos con ellos. Son ganaderos ambulantes, muy agradables, y según nos han explicado, van de pueblo en pueblo con sus carromatos vendiendo leche. Suelen establecer el campamento cerca de poblaciones importantes para poder ir temprano por la mañana a vender la leche a los mercados. Lo cierto es que nos ha encantado la experiencia, nos hemos hecho montones de fotos con los nómadas y sus vacas y les hemos dejado unas rupias de propina por su amabilidad.
Nómadas ganaderos de la India
Intercambiando impresiones con estos simpáticos ganaderos.
Después del encuentro con los nómadas hemos proseguido nuestro camino y no hemos parado hasta pasadas las doce y media del mediodía, momento en el que hemos aprovechado para ir al baño y comer algo en un restaurante buffet de carretera con precios claramente para turistas: 500 rupias el menú por persona y la bebida a parte.

Finalmente, unas 7 horas después de abandonar Delhi y tras ver como Hanu intercambiaba gritos y aspavientos con la mitad de conductores del Rajastán, hemos llegado a nuestro destino.


Mandawa es una ciudad pequeña de unos 25000 habitantes, 15000 hindús y 10000 musulmanes, todos ellos conviviendo en armonía junto a un buen número de vacas y bueyes que campan y defecan a sus anchas por las embarradas calles de esta urbe.

Con sus calles de tierra y edificios bajos, Mandawa no se diferencia demasiado del resto de poblados que hemos ido cruzando hasta llegar aquí salvo por sus havelis, antiguas casas familiares que reflejan el esplendor de la época dorada de la ruta de la seda y que ahora están prácticamente en ruinas y abiertas al público para poder ser visitadas, unas de acceso gratuito y otras de pago (100 o 200 rupias por persona).
Haveli de Mandawa, India
Este es el patio interior de una de las havelis más importantes de Mandawa.
Para visitar estas havelis hemos contratado a un guía local que, pese a no haber salido del pueblo en su vida, es capaz de hablar cinco idiomas que ha ido aprendiendo gracias a los turistas que, como nosotros, le vamos enseñando nuevas palabras cada día y el hombre, muy aplicado, se las apunta en un pequeño bloc de notas para estudiarlas después en casa. Hoy, por ejemplo, le hemos enseñado dos palabras de nota: “argolla” y “buhardilla”, junto a otras expresiones más sencillas como “estar de pie”. Sin duda, tiene mucho mérito aprender cualquier idioma así, sin siquiera saber nuestro alfabeto (lo apunta todo en hindi, tal como suena).

Antes de terminar la visita, nuestro guía nos ha llevado a su tienda de telas y nos ha presentado a su hijo, que tendría unos cinco años y llevaba varias horas sólo en la tienda haciendo los deberes. Como es habitual, nos ofreció té e intentó vendernos mil cosas a precios desorbitados (ellos piensan que todos los europeos tenemos más pasta que el Tío Gilito) pero declinamos amablemente el ofrecimiento y seguimos por nuestra cuenta. Eso sí, el niño logró sacarnos un euro para su presunta colección de monedas.
Pozo de Mandawa, India
Después de ver las havelis más importantes de la ciudad, nuestro guía políglota también nos llevó a otros puntos de interés de Mandawa, como este pozo ya en desuso donde vimos atardecer.
El pueblo también tiene una fortaleza pero ya no nos quedaban ganas para visitarla, además, en los siguientes días vamos a ir viendo otros fuertes más grandes y bonitos como los de Jodhpur o Jaisalmer, así que en lugar de ello hemos decidido dar un paseo y buscar un lugar para cenar.

En la Lonely Planet de la India hablaban bastante bien de un restaurante de esta ciudad, el Bungli, sin embargo no nos resultó nada fácil encontrarlo y requerimos la ayuda de un joven lugareño para dar con él, pues estaba oscureciendo y apenas veíamos nada por unas calles en las que el alumbrado público brillaba por su ausencia y empezaba a resultar peligrosamente fácil meter el pie en alguna deposición vacuna.
Calle de Mandawa, India
Callejeando por Mandawa en busca de un lugar para cenar.
Mandawa no es una ciudad importante y los precios de este restaurante son considerablemente más bajos de los que habíamos encontrado en Delhi, aún así, tienen la caché que les otorga aparecer en la guía Lonely Planet y se aprovechan de ello elevando los precios para los turistas. De todas formas, no os hagáis una idea equivocada, pues llamar restaurante al Bungli es ser muy generoso con este local, que en definitiva es una casa más del pueblo, tan desvencijada y mugrienta como las otras, pero con un par de mesas en su patio interior por si acude algún cliente. Aquella noche nosotros éramos los únicos extranjeros y estoy seguro de que el resto de indios que cenaban allí (todos hombres) no habían pagado ni la mitad que nosotros por los mismos platos.

De vuelta hacía nuestro hotel nos hemos podido dar cuenta de lo mucho que mi piercing les llama la atención a los locales, pues muchos se acercan y me preguntan si es real e incluso un par de ellos han tenido que tocarlo para asegurarse de que realmente no era un pegote. No deja de ser curioso que en el país de los faquires una simple ceja agujereada despierte tanto interés.

Nuestro alojamiento en esta pequeña ciudad norteña ha sido el Heritage Mandawa, un hotel que en realidad es una antigua haveli restaurada y reconvertida, lo que le confiere un encanto especial y hace que te integres de lleno en el ambiente y cultura rajastaní. Fue aquí donde empezamos a sufrir los micro cortes de suministro eléctrico que después tuvimos en casi todos los hoteles de la India. Algunas veces duran segundos y otras algunos minutos, pero pronto te acostumbras y te acaba pareciendo tan normal como encontrar vacas en cualquier rincón.
Heritage Mandawa, India
Este es el patio interior del Heritage Mandawa, nuestro hotel en esta pequeña ciudad del norte de la India.
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2 comentarios:

  1. Conocen alguna empresa recomendable que ofrezca paquetes de viajes a la India???

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    1. Hola Hector, muchas gracia spor escribirnos.
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