domingo, 13 de noviembre de 2016

Diario de viaje a la India: Día 2, Delhi

24 de julio de 2016 (Día 02). Cómo anoche nos acostamos pasadas las dos y media de la madrugada, hoy habíamos quedado con Hanu a las diez para tener un poco más de tiempo para descansar, así que nos lo hemos tomado con calma y hemos bajado a desayunar al restaurante japonés de nuestro hotel.
Old Delhi, India
Este es el caótico aspecto que presenta la parte antigua de Delhi.


El desayuno es de tipo buffet y la mayoría de las cosas son de estilo indio, así que además de las clásicas tostadas y el café, que es soluble, me cojo algo de pollo rebozado al estilo Kentucky y uno de los guisos que hay en las bandejas, que no tengo ni idea de qué estará hecho, pero pica lo suyo.


Cada mañana preparan también huevos y tortillas de mil maneras, así que me elijo una tortilla masala, por aquello de ir integrándome cuanto antes en la gastronomía del país, y claro, también pica lo que no está escrito. Creo que vamos a tener que ir acostumbrando nuestro paladar a marchas forzadas, pero bueno, picores aparte, está todo muy rico.

Salimos del hotel a las diez en punto y justo entonces llegaba Hanu con su Toyota. Tal sincronismo me hizo pensar que los indios pudiesen haber heredado el don de la puntualidad debido a los años de influencia británica, pero nada más lejos de la realidad, pronto me daré cuenta de que esto había sido sólo un espejismo.

El calor en la calle es sofocante, y nuestra primera visita es la Puerta de la India, un monumento a los caídos que poco tiene que ver con el pórtico del mismo nombre que semanas más tarde veremos en Bombay.
Puerta de la India, Nueva Delhi
Puerta de la India, Nueva Delhi.
Este gran pórtico fue construido entre 1921 y 1931 en honor a los más de 90.000 soldados hindúes que perdieron la vida durante la primera guerra mundial y las guerras afganas de 1919 y cuyos nombres están escritos en las paredes del propio monumento.

Mientras merodeamos por la Puerta de la India, en seguida nos damos cuenta de que, al igual que nos pasó en China, somos una atracción para los nativos, sobretodo Mayka con su larga cabellera rubia y rizada, y la gente deja de hacer fotos al pórtico para empezar a hacérnoslas a nosotros. Algunos, más educados nos piden que posemos o se hacen selfies con nosotros, otros directamente nos lanzan las fotos en plan furtivo creyendo que no nos damos cuenta. Esto ya va a ser la tónica habitual durante todo el viaje, igual que las miradas fijas de los indios sobre Mayka, que al principio incomodan pero hay que acostumbrarse, no queda otra.
Puerta de la India, Nueva Delhi
Con unas "admiradoras" locales en la Puerta de la India.
Después de ver la Puerta de la India nos dirigimos hacia Old Delhi, que como su nombre indica, es la parte antigua de la ciudad y donde el caos y el desorden es la nota predominante. Multitud de mercadillos se entrelazan unos con otros y los indios lo inundan todo, a pie, en tuc tuc, o en burro. Gritos, bocinas y mugidos de vaca son la incesante banda sonora de la vieja Delhi, el caos es brutal y hemos de confesar que… ¡Nos encanta este tipo de lugares!

Una de los lugares más interesantes en esta parte de la ciudad es la Mezquita de Jama Masjid, también conocida como Mezquita del Viernes, que presume de ser la más grande de toda la India y, al estar construida sobre una pequeña colina, puede ser divisada con facilidad desde muchos puntos de la zona.

Para entrar a la mezquita, como en todos los templos, hay que descalzarse y vestir de forma decorosa, por eso nos prestan un par de pañuelos con los que cubrirnos, pues a Mayka se le veían los brazos y yo llevo pantalones cortos (¡Qué osadía la nuestra en una ciudad a 40 grados!). La entrada de los dos con cámara de fotos son 300 rupias, a lo que habrá que sumar los 20 que le damos al cuidador de zapatos.
Jama Masjid, la Mezquita del Viernes de Delhi
Así lucía Mayka con su nuevo atuendo en Jama Masjid, la mezquita más importante de Delhi.
Sus dos minaretes de 40 metros y las grandes cúpulas de mármol es lo que más destaca de Jama Masjid, sin dejar de lado su enorme patio central de arenisca roja, que según dicen, puede albergar a unos 25.000 fieles.

Durante la visita, quizá lo que más nos impresionó de esta mezquita no fue la magnificencia de su arquitectura, fruto de una mezcla de los estilos mogol e hindú, sino algo mucho más mundano: la gran cantidad de hombres que había acostados en su interior, la mayoría durmiendo, otros simplemente viendo pasar las horas sin más, hasta el punto de que para caminar por su interior, tenías que ir con mucho cuidado para no pisar a nadie, pues en algunas partes apenas quedaba hueco para pasar.

En la puerta de Jama Masjid, hay un montón de conductores de rickshaw a la caza de clientes. Sin dudarlo, nos subimos en uno de ellos para que nos de una vuelta por las intrincadas callejuelas de Old Delhi. 150 rupias por cabeza por media hora de paseo (poco más de dos euros), aunque estamos seguros de que se podría sacar por mucho menos, en la India todo es cuestión de negociar y el precio final de las cosas depende en gran medida de las ganas que tengas de estar regateando por unas rupias bajo un sol de justicia.

El conductor, como no podía ser de otra forma, trata de llevarnos a la tienda de sus amigos para que compremos algo pero, amablemente, declinamos la oferta y no nos insiste más, así que proseguimos la marcha y poco a poco vamos recorriendo los diferentes mercadillos de la zona antigua.
Regateando en los mercados de Delhi
Dos hombres regatean en un mercadillo de Delhi.
Después del divertido y caótico paseo en rickshaw, Hanu nos lleva a ver la residencia del Presidente y otros edificios gubernamentales que hay en la misma avenida. La lluvia nos sorprende por el camino, pero el chaparrón, aunque muy intenso, apenas dura unos diez minutos y, en cuanto se disipa, volvemos a tener el mismo calor sofocante que antes pero incluso con más humedad.

[ LLUVIA ] Por lo visto, la lluvia en esta época del año es bastante habitual y todos los días hace acto de presencia aunque sea sólo por unos minutos. Los indios ni se inmutan, siguen caminando por las calles como si nada y los niños brincan y danzan alegremente bajo la lluvia para refrescarse.


Entre unas cosas y otras, casi sin darnos cuenta, se nos han hecho las tres de la tarde, así que Hanu nos lleva a un restaurante demasiado pijo para nuestro gusto, pero que tiene muy buena pinta, el nombre no consigo recordarlo. Los clientes son en su mayoría extranjeros y también hay algunos indios de clase alta, nada que ver con los que habíamos visto durmiendo en la mezquita.

En la carta de este restaurante tienen muchos platos occidentales, pero esta parte nos la saltamos, vamos directamente a la sección de comida india y nos centramos en los platos vegetarianos, pues antes de venir habíamos escuchado que en la India tienen una gran variedad de especialidades vegetarianas y la gente habla muy bien de ellas. Así pues, después de repasar la amplia lista y, sin saber muy bien por qué platos decidirnos, pedimos dos al azar y un par de raciones de naan (el pan de los indios), uno con ajo (garlic naan) y otro con mantequilla (butter naan).
Comida india vegetariana en Nueva Delhi.
Un par de especialidades indias vegetarianas con un naan en primer plano.
Hay que decir que todo estaba delicioso y que nuestra primera experiencia con comida india real (desayuno y avión a parte) no pudo ser más placentera, además, no pudimos acabar con todo por que las raciones eran bastante generosas y, por supuesto picantes (a pesar de haber indicado que no lo fuesen). Pero el susto llegó cuando vino la cuenta, donde había hasta tres impuestos diferentes que la engrosaban en un 38% (para que luego nos quejemos en España), en total 1620 rupias, unos 23€ al cambio, un dineral tratándose de un país como la India. Al final, esta resultó ser la comida más cara de todo nuestro viaje. No hubo propina.

Con el regusto del curry aún en nuestro paladar, hemos ido a ver el memorial de Mahatma Gandhi que, a pesar de tener mucho significado para los indios, hemos de confesar que a nosotros no nos ha parecido nada especial. Nuestra recomendación es que, a no ser que vayas sobrado de tiempo o que seas un ferviente admirador de Gandhi, se trata de una visita que te puedes ahorrar.

Nuestra siguiente parada fue la Casa de Adoración Baha'i, comúnmente conocido como el Templo del Loto, un nombre que se ha ganado por su parecido con la flor del mismo nombre.

Se trata de un edificio moderno, terminado en 1986, que como buen templo bahainista, está abierto a todas las personas, sin importar su credo ni cualquier otra distinción. Su impresionante diseño exterior, muchas veces comparado con la Ópera de Sidney, contrasta con la austeridad del interior, pues en este tipo de templos no encontramos imágenes ni iconos de ningún tipo.
Templo del Loto, Nueva Delhi
Decenas de turistas indios se dirigen hacia el edificio principal del Templo del Loto.
El Templo del Loto goza de gran popularidad entre los indios y siempre está abarrotado. Hemos tenido que hacer cola y pasar por el pertinente arco de seguridad para entrar en el recinto y, por su puesto, enseguida captamos la atención de los demás turistas que no han tardado en desviar sus objetivos y móviles hacía nosotros.

Para finalizar con sus servicios por hoy, nuestro chófer nos ha llevado a Qutab Minar, que es el minarete de ladrillos más alto del mundo, con una altura total de 72 metros y medio y que fue declarado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993.

De vuelta al hotel paramos en uno de los muchos puestos callejeros que inundan Nueva Delhi y compramos algo de fruta; varios mangos, plátanos y peras, todo por 90 rupias. Esa iba a ser nuestra cena, así que después de dejarlo todo en el frigorífico de nuestra habitación, salimos a dar un paseo a pie.

[ FRUTA ] La fruta en la India es muy barata y muy fácil de adquirir, pues en todas partes hay puestos callejeros de venta de fruta. Los mangos en especial son altamente recomendables, sobretodo en la zona del Rajastán, donde nos parecieron sencillamente exquisitos.

Lo cierto es que las inmediaciones del Avalon no son especialmente bonitas, aunque sí que dan una buena medida de lo que es la India; calles embarradas, sin asfaltar y con enormes charcos debidos a la reciente lluvia, puestos callejeros, vacas, basura, mucha basura, que además sirve de pasto para los rumiantes y todo esto aderezado con el "agradable" concierto de música de viento con que nos obsequian las motos y los tuctuc que pasan rozándonos con total normalidad.
Callejeando por Nueva Delhi, India
Una de las calles cercanas a nuestro hotel en Nueva Delhi.
A la vuelta al hotel cenamos y empezamos a planificar el siguiente día de viaje. Nos esperan 7 horas de trayecto por carretera hasta Mandawa.


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2 comentarios:

  1. hola! me gustaria saber como os habeis movido por la india,
    En transporte público o privado?
    gracias

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    Respuestas
    1. Un poco de todo. Para la primera parte del viaje, que fue toda la zona del Rajastán, contratamos un chófer que nos acompañó durante un par de semanas. Puedes encontrar muchos chóferes de este estilo que se ofrecen a través de las redes sociales, sobre todo en Facebook. Y la segunda parte ya cogimos trenes y avión hasta llegar a Mumbay, donde nos desplazamos siempre en taxis y tuktuk.

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